Valoramos el esfuerzo realizado por Kentaja, somos conscientes de las necesidades que afronta, y basándonos en la confianza en el trabajo que realiza, nuestro principal objetivo es ofrecerles el mayor apoyo posibleLa asociación «KENTAJA» acoge a niños y a adolescentes en situación grave de pobreza y exclusión social.”

En sus centros de acogida en Nkongsamba, Bakau y Badzuidjong, «KENTAJA» agrupa a niños y niñas cuyas edades oscilan entre los 5 y 16 años. Se les ofrece alojamiento, atención a sus necesidades básicas, escolarización, reinserción y formación profesional.

QUÉ HACE, CÓMO TRABAJA?

Ayudar a los niños en situación difícil, abandonados, desheredados, etc. los cuales son recuperados y acogidos por el centro social Kentaja con el fin de alimentarlos, escolarizarlos, ocuparlos, reintegrarlos en su sociedad.

Está enfocada en llevar a cabo acciones sociales y humanitarias y realizar proyectos de desarrollo en diversos campos: educación, sanidad, promoción de la mujer, rehabilitación de discapacitados físicos, agricultura,…

La Asociación Kentaja interviene en la detección, identificación y análisis de las diferentes situaciones de los niños y jóvenes necesitados. Una vez considerado cada caso, se entrega un informe preliminar a la Delegación del Ministerio de Asuntos Sociales del Camerún. Una vez admitido el niño o la niña al centro, se buscan los recursos materiales y financieros necesarios para resolver sus necesidades básicas relacionadas con la acogida, la salud, la educación y el desarrollo integral.

Después de este primer paso, se orienta a cada niño o joven hacia una formación que le lleve a la autopromoción. También se trabaja en la inserción de los niños de la calle en su propia familia, cuando esto es posible, o en familias de acogida.


SUS ORÍGENES, SU HISTORIA

Su fundador  es el  camerunés Michel Djaba.

La asociación es el resultado de un largo periplo personal iniciado por Michel Djaba,  sacerdote católico, quien en 1984, cuando siendo todavía estudiante, una situación atrajo poderosamente su atención: el número impresionante de niños abandonados en las barriadas periféricas de la ciudad de Yagoua. Muchos de ellos no iban a la escuela, no tenían qué comer. Descuidados y abandonados, algunos mendigaban su comida a pie de calle.

Al informarse con las autoridades supo que algunos eran chadianos. El vecino Chad era un campo de batalla con todo lo que eso comportaba: violaciones, pillaje, liquidaciones arbitrarias, arreglos de cuentas entre etnias, el éxodo de la población huyendo de los horrores de la guerra. Las víctimas más vulnerables  de esta tragedia eran los niños. Un número importante crecía por aquellos barrios en busca de refugio, pan y agua. Algunos habían perdido a sus padres  en el frente. El impresionante espectáculo era (OJO!) INdigno de ver, los más pequeños atravesaban el río llevados a espaldas de sus hermanos y hermanas mayores comprendidos entre siete y diez años.

Ante esta situación, se organizaron por objetivos, el encargado de la misión, junto con algunos laicos, para levantar un comité de acogida y sostén a los refugiados: alojamiento, nutrición, salud y escolarización.

En Yaundé, donde él estudiaba, la UNICEF había censado en febrero de 1988 1500 niños en situación difícil y en Douala unos 3000. Estos dos grandes centros urbanos  son los más afectados  por el fenómeno de los niños de la calle y de los jóvenes en situación difícil. Hoy este fenómeno se ha expandido como una gangrena en casi todos las ciudades y pueblos de Camerún, doblándose el número niños y jóvenes necesitados.

Tras ser ordenado sacerdote en 1988  fue enviado como misionero a trabajar con los jóvenes en dificultades; esa cruda situación le abre de nuevo sus ojos  y su corazón sobre ciertas situaciones de desamparo.

A finales de los 90, tenía ya una veintena de niños a su cargo. Muchos de ellos procedían de situaciones familiares desestabilizadas. Eran niños pobres, miserables, huérfanos, niños discapacitados. Era necesario espabilarse para encontrar medios para escolarizarlos, alimentarlos, cuidarlos, vestirlos… Los pequeños donativos que recogía en las misas, el salario como profesor de español, ofrendas, donaciones…. No llegaba a recoger la cantidad necesaria para mitigar tantas necesidades.

Desgraciadamente, el 1 de febrero de 1990, un terrible accidente de circulación  se lleva  a tres de sus más estrechos colaboradores. Kenfack al volante, el también camerunés  Talom y el español Javier. Cuatro años más tarde la asociación tomará las iniciales de sus nombres: «KENTAJA» para que su recuerdo permanezca siempre entre nosotros.

Ante la importante labor social que la asociación realizaba, el Estado camerunés les concedió una casa en Nkongsamba, donde funciona hasta hoy. Pronto comprendió que se necesitaban educadores para constituir un equipo de personas especializadas y responsables. Él mismo financió la formación de dos personas, al final del proceso una de ellas, Blaise Kebeuto ocupó la dirección del centro social de Kentaja. Y fue quien le aconsejó oficializar esta acción. El 14 de abril 1994 la Asociación fue agregada con un número de registro. Un año más tarde la Sra. Ministra de asuntos sociales y de la condición femenina de entonces, ratifica el acuerdo.

El número de peticiones crece. Es necesario reunir fondos y multiplicar los contactos sensibilizando a los sectores nacionales e internacionales. Las  actividades de Kentaja habían sobrepasado el marco estrictamente local y su labor se extiendió por otras poblaciones.

Así se expresaba Michel Djaba, su fundador:

“En cualquier sitio donde he trabajado he sido interpelado por la situación de abandono o de negligencia de los niños: los más pequeños y los jóvenes quienes constituían  “el pico de lanza”  de la nación camerunesa. En  cualquier sitio donde he sido enviado esa preocupación fue una constante: muy poco los niños gozan de su infancia,  algunos son mal mantenidos, otros aguantan el hambre  o mueren de enfermedades que son fácilmente evitables o curables hoy en día. Esta situación es la consecuencia lógica  de la pobreza y la miseria que vive nuestra población. Al lado de  estas situaciones dramáticas, los sentimientos de compasión y el deseo de hacer alguna cosa  por ellos ha penetrado en nuestro corazón y ha inundado nuestro espíritu. Tal vez esos sean sentimientos de rebeldía y de impotencia que emergen en nuestro interior ante toda esa situación.”